domingo, 21 de junio de 2015

Entrenamiento Mental

Psicóloga Deportiva Liza Portalanza

Amor Incondicional

No importa que tan atrás busque en mi memoria sólo tengo recuerdos de estar jugando algún deporte el fin de semana y en familia. Fútbol, béisbol, volley, natación, esquí o cualquier otra disciplina. Con primos y casi primos, todos con nuestros padres, un grupo de amigos entrañables que se conocieron y fijaron su amistad mientras practicaban béisbol en equipos locales y selecciones nacionales. Ahora pasaban esa pasión a su siguiente generación.

Además del deporte recreativo aprendí a respetar y amar el deporte formativo y competitivo a base de acompañamiento, apoyo y experiencias.Sin duda la más significativa fue mi primer (y único) triatlón, pues creo que fue cuando confirme esto.

Yo entrenaba natación, un día me llamaron y me dijeron: - Te inscribieron para el intercolegial de triatlón, es el próximo sábado debes ir a la piscina olímpica a las 7 am. Tienes bicicleta?. - Yo respondí: Si. – Ok, tienes que llevarla.

Por razones de salud esa semana no entrené y llegue a la competencia el día sábado a la hora citada con mi bici como me habían dicho. Al llegar me explicaron cómo se correría y cuantas vuelta daría en cada modalidad (nunca me lo dijeron en kms). Me dijeron cómo debía dejar mi ropa y zapatos listos para el cambio de agua a tierra.

Dieron la largada tocaban 100 mts nadando, yo acostumbrada a hacer piques de 25 y 50 mts, recuerdo haber salido casi muerta de esos 100. Luego venía la bici. No se cuantas vueltas al complejo, como era algo que me gustaba y disfrutaba pensé: bueno, acá recupero las fuerzas, recuerdo haber pedaleado sin problemas. Luego el aviso para entrar a pista, ahí venía el problema, tenía la creencia de ser muy mala para correr, pero, tocaba. Así que me bajé de la bici "al vuelo" y mi papá estaba esperándome. Aún rodando se la entregue y entre a correr. Creo que debíamos correr cinco vueltas a la pista no lo recuerdo con certeza, lo que si recuerdo es que faltando dos mi nivel de cansancio era tal que baje el ritmo y empecé a parar, miré hacia el frente veía nublado, puntos morados en el cielo, cuando escuché la voz de mi papá al lado que me dijo: dale, ya te falta poco, - le dije: no puedo, me contestó: si puedes sólo dale, vamos y empezó a correr a mi lado. Yo casi con los ojos cerrados seguí corriendo sabiendo que él venía conmigo, solo lo escuchaba decir: dale, vamos, dale, vamos. Yo seguía avanzando por inercia. Hasta que lo escuché decir: ya, terminaste. Y me desplome en el césped del centro de la pista atlética.

Al día siguiente leí en el periódico que había terminado la prueba no recuerdo el puesto exacto, algo entre el 5 y el 10.

Es por esto que puedo asegurar: aprendí a querer el deporte con amor incondicional, como el que sólo puede darte tu papá.

Feliz día a todos los padres que enseñan y acompañan a sus hijos en ese enamoramiento eterno con lo mejor, el deporte.

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